jueves, 7 de agosto de 2008

La ilusión del tiempo



Hace apenas horas, todo el invierno, con su gélida e imponente majestad se desplegaba delante de mi ventana; impregnaba la atmósfera de mi jardín; y me deslumbraba con sus potencias ocultas.

Frio.

Cumbres fulgurantes, níveas.

Nieve que se hace lluvia.

Blancura envolvente.

Ausencia de pájaros en los cipreces.

Helada quietud.

Uno ya sabe que esto es un juego; y que alcanza con espiar por alguna grieta de la memoria para que estalle lo escondido, lo guardado con celo y con la fuerza de lo que crece.

A la hora en que el sol arribaba a su cenit, se produjo la ruptura de los cielos.

El día se apropió del año y jugó a desordenar las fichas. Irrumpió violentamente primaveral y transformó el escenario. Derramó otra luz, tibia y colorida, adornada de pájaros y de yemas pujantes en las ramas.

Y cuando en el oeste la apertura de los cielos fue completa; y un rayo de sol se desarmaba en mi ventana, pude contemplar enmudecida al primer colibrí que descubría el pequeño bebedero de la flor, y al fin me visitaba...

Hoy.............







Sobre un fondo de cielo liso y gris, luminoso y quieto, se imprimen los esqueletos multiformes de los amados árboles.


Cada uno a su ritmo, con variados movimientos, según el diseño de sus desnudas ramas, vibran y transportan los mensajes diversos, atravesando los velos de la lluvia o los cristales breves de una nieve tímida.


En los arbustos la agitación es más visible porque la mayoría de ellos han conservado sus hojas, que al contacto con las gotas y el viento ligero, son cautivas de un leve temblor.


Y en los inmensos charcos la lluvia ejecuta una casi silenciosa melodía de círculos concéntricos, que se intersectan armoniosamente sin interrupción.


Los abedules del jardín, delicadamente majestuosos y casi alineados, envuelven el espacio con gesto paternal.


Todo está investido de esa extraña luz, de que es portadora el agua de la lluvia.


Y los sonidos, como los aromas, son casi imperceptibles; pero aún así invaden la atmósfera con presencias sutiles y heladas.


Hoy..., es todo el invierno.


lunes, 14 de julio de 2008

Solidaridad...



¡¡¡Vamos a sumarnos a la protesta!!!

Tristeza...



Estamos desesperanzados a causa del calentamiento global...

Nuestra Patagonia amada



Esta es la única manifestación en la que me gustaría participar!!!

domingo, 6 de julio de 2008

Convivir con lo imprevisible...


Otros inviernos transcurrieron tan iguales, tan lluviosos, tan níveos, tan fríos, tan ventosos, tan fieles al modelo..., que nos facilitaron una buena relación, un ajuste, casi una connivencia con esta estación del año, que parece ser la menos cómoda en estas latitudes.

Cada quien sabía qué hacer con esa falacia del tiempo, en medio de condiciones tan previsibles.

¿Quién no tuvo el control de sus jornadas? ¿Quién no tuvo a la mano su paraguas; apiló su leña; se compró un buen libro y la harina para el pan? ¿Quién no supo que los vientos venían del suroeste, las nubes del Pacífico y los turistas de la gran ciudad?

Este año, un mayo sorpresivo, impensado, se despertó con lluvias de cenizas y temblores inquietantes.

Entonces caímos en la cuenta de que este lugar maravilloso, de imponentes montañas y fulgurantes lagos; de cascadas escondidas en los bosques y de otoños policromos y apacibles...,

también era un sitio de volcanes, que salen de su sueño cuando quieren y bostezan impresionantes fumarolas, estremeciendo a la atmósfera y a las gentes.

¿Y qué hacemos ahora con nuestros proyectos, (ahora que también se despertó el Llaima) con nuestra soberbia, nuestro control, y nuestra triste mirada de reyes destronados?

¿Qué hacemos, además de monitorear cada seis horas la actividad del Chaitén, que despertó

de su siesta de más de nueve mil años?

¿Qué hacemos con el marketing, la rentabilidad en riesgo, los micro y macro emprendimientos, y los ostentosos remedos de poder?

¿Qué hacemos con esta lente con la que miramos la naturaleza, la creación, y se nos aparece como un objeto de consumo más que goza de notables ventajas competitivas?

¿ Será este el hombre, el que se abruma a sí mismo y no lo sabe? ¿O será el que nada ha previsto porque está siempre ocupado en aprender a ver?

¿Será el que desespera frente al cuadro caótico? ¿O será el que inocente y sin temores convive mansamente y confiado con lo que el mundo califica de temible, inseguro, incontrolable, imprevisible, inquietante, y cualquier apelativo que pretenda llevar la negación..?

sábado, 21 de junio de 2008

Invierno...





















Hoy comienza para nosotros (los del sur), el Invierno Patagónico. Y debe ser escrito así, con mayúscula porque es un tiempo tan bello como las otras tres estaciones del año. Al igual que ellas, su signo es la abundancia: Abundancia de pájaros que bajan a los valles para deleitarse con la superabundante presencia de semillas de la flora nativa. Abundancia de matices del gris y del





blanco; ¿increíble? Es que el blanco de la nieve cobra un matiz distinto según su espesor y las características de la superficie sobre la que se deposita. Y el gris de las nubes es tal, dependiendo de sus variadas y abundantes formaciones, y de las alturas por las que navegan impulsadas por los potentes vientos patagónicos.





Abundantes y variadas también, son las estructuras leñosas de árboles y arbustos que en esta época del año entregan generosamente su follaje para nutrir este suelo bendito. Esas apariencias de esqueletos desnudos, lejos de indicar algún modo de "fin", anuncian durante su reposo, el impulso abundante de la vida, que nos sorprenderá con su explosión colorida y luminosa en apenas tres meses.





Y así como hay lluvias abundantes que alimentan toda clase de espejos de agua; también cuando





aparece el sol por varios días, abundante es el deshielo que alimenta los arroyos y los ríos.





Y hay una herbácea, que si bien no es silvestre, abunda en los jardines por lo propicio que le es





este clima. Es el crisantemo amarillo, que no se cansa de florecer, desafiando el cuadro invernal





con su profusión de soles diminutos.





Pero la apoteosis de la abundancia comienza con la lluvia dorada que forman las hojas y semillas del abedul, árbol mágico y abundante en estas regiones, predilecto de los pájaros más pequeños, debido entre otras razones( que habría que preguntar a esos pájaros) al tamaño casi intangible





de sus semillas.





Y la última abundancia que quiero señalar es la de la alegría y agradecimiento que encuentro en mi corazón por estar aquí.